Madre.
"Sí, hijo mío, ven ahora, ven y toma mi mano, y que yo te guíe en la esperanza y la alegría de la misericordia de mi hijo.
Hijo mío, ruega por la sabiduría, el discernimiento y el amor del Espíritu Santo que elevará tu corazón con alegría y te guiará en su bondad. Esto traerá paz dentro de tu corazón y una fuerza renovada para elevarte en el amor misericordioso de mi hijo Jesús,
Sí, alegraos. Alegraos y dad gracias al Señor por su misericordia y su amor eternos".
Sí, Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Donde haya odio, déjame sembrar amor. Donde haya injuria, perdón. Donde haya duda, fe. Donde haya desesperación, esperanza. Y donde hay oscuridad, una gran luz. Señor, haz que no busque ser consolado como consolar, ser comprendido como comprender, y amar, sí, amar con todo mi corazón. Porque es dando como recibimos. Es perdonando como somos perdonados. Y es muriendo como nacemos a la vida eterna.
Sí, luz de mi Señor, que la luz de tu corazón brille en mí por toda la eternidad y que tu misericordia sea mi fuerza'.
La Virgen aparece ahora en su estado celestial, transfigurada por la pureza de su gracia.
"Hijo mío, déjame amarte con todo mi corazón, y no protejas tu corazón, porque Dios lo protegerá, y verás lo que él quiere. Entrega tu corazón a Jesús. Entrega tu corazón a las almas sin límites".
'Sí, madre mía, no hay necesidad de guardarme ni de poner la luz de tu hijo bajo un celemín'.
"Sí, como me he aparecido a vosotros en mi estado transfigurado, que vuestro corazón se renueve con alegría y se transforme en la semejanza del amor de mi hijo".