María aparece ahora ante mí. Está vestida de blanco. Está vestida con la gloria del amor de su hijo y sostiene una rosa de gracia, una rosa de la gloria de su corazón.

Y en su amor, ahora dice, "Hijo mío, ven a mí, ven cada día a la gloria y a la esperanza de mi corazón. Descansa en mí y permíteme ofrecerte esta rosa de gracia, para que pongas toda tu confianza en el corazón de mi hijo, Jesús, en el corazón de la vida eterna para todas las almas."

'Sí, madre, y te pido que me guíes cada día. Te quiero, madre, y te doy las gracias por venir a mí. Te doy gracias por criarme y por estar siempre presente. Porque necesito tanto el amor de tu hijo Jesús.

Que su corazón brille dentro de mí'.