Nuestra Señora dice, "Mi querida hija, me siento muy feliz de que hayas venido a mí para abrir tu corazón al amor de tu madre y recibirme para que comencemos este día para gloria de Dios. Dándole primero gracias y glorificándole por su misericordia y por el sacrificio que ofreció en Jesús".
Sí, madre, y queridísimo Padre, te doy gracias por ofrecer a tu hijo Jesús como sacrificio vivo de amor para que podamos recibir su compasión y su misericordia a lo largo de todos los días de nuestra vida. Para que yo lo reciba y me guíe en su ejemplo y en la toma de decisiones cada día por la verdad de la luz.
Te doy gracias por el milagro de la vida que me has concedido y para que me una cada vez más estrechamente al corazón de tu Hijo, poniendo ahora mi corazón en el abismo eterno de su Sagrado Corazón.
Sí, madre, y te doy gracias, Padre, por todas las bendiciones que me has dado a lo largo de mi vida y que recibiré hoy y en todos los días futuros eternamente en su amor'.