Querido Padre, mientras camino por estas calles de Washington en respuesta a tu último mensaje, deseo decirte que soy un hombre sencillo, débil y pecador. Sólo tú puedes guiarme en el propósito para el que me has traído aquí. Y mi corazón está abierto a lo que sea, a lo que tú desees.
Entiendo que según tu voluntad en mi vocación, al poner mis pies sobre esta ciudad, me guiarás para un propósito mayor. Dame fuerza, Padre, y muéstrame el camino, porque no lo conozco. Y tú eres luz y eres glorioso. Y te doy gracias por el gozo de tu misericordia que llena mi alma de luz'.
Nuestro Padre responde, "Hijo mío, abre tu corazón para seguirme y amarme, para amar a tu Dios sobre todas las cosas y para amar a mis hijos.
Sí, te revelaré el camino".