Mi querido Señor, te doy gracias por la belleza de este día, por la dulzura del aroma de las rosas en el aire y la alegría de estar en los jardines de rosas del palacio de Viena, que ha sido como un segundo hogar para mí durante tantos años, estar aquí en la belleza de la naturaleza contigo, en la luz del sol y el viento que cae a través de los árboles. Puedo sentir tu presencia en mí y a mi alrededor. Y sé que eres amor".

Nuestro Señor dice, "Mi querida hija, es bueno que hayas venido a mí en este día. Es bueno que busques mi misericordia cada día, para que pueda guiarte a lo largo de todos los días de tu vida en mi amor, para que mi amor pueda colmarte en todas las cosas, hija mía.

Sí, deseo que asistas a la Santa Misa para recibirme en la Santa Comunión, en la Santa Comunión de mi amor que te hará entero y te sanará al recibir a tu divino Señor y Salvador.

Sí, ven a mí en todas las cosas".

Mi querido Señor, ¿cómo vivimos este mensaje?

Jesús responde, "Mi querido hijo, es a través de buscarme en el silencio de la oración, de entrar en mi corazón dondequiera que estés, dondequiera que te encuentres, para vivir dentro de la alegría de mi Sagrado Corazón, para estar unido siempre tan cerca de mí, y permitirme compartir mi corazón con tu corazón. Y nuestros corazones, unidos como uno solo.

Deseo que todos mis hijos busquen un lugar silencioso de oración dentro de sus corazones cada día, un lugar que pueda llenarlos de alegría o un lugar que pueda llenarlos de paz, o incluso un lugar lleno de conflicto o tristeza porque estoy presente en todas partes en todas las cosas, para recibirte y para recibir a mis hijos.

Te quiero y siempre estoy contigo".