Señor mío, Dios mío, guíame como quieras según tu voluntad.
Ahora digo que deseo que la misericordia, la misericordia de tu amor, se derrame sobre tus hijos, que el amor nos consuma y renueve, resucite, nuestras almas por el poder de tu resurrección cada día'.
Jesús dice ahora, "Mi querido hijo, siempre estoy esperando en la tumba para abrir los corazones de mis hijos y transformarlos de la muerte a la vida. La muerte de la opresión del pecado y de las tinieblas que se apoderan del alma y los conducen por un camino de condenación eterna y de separación de mí. Porque no eligen la luz, sino las tinieblas.
Pido a todos mis hijos en este tiempo de Cuaresma que me ofrezcan sus corazones enteramente, plenamente, haciendo los sacrificios necesarios ahora y a lo largo de sus vidas para purificarse, amar y dejarse guiar por mi misericordia.
Os amo, mis queridos hijos, y siempre estoy esperando que vuestros corazones vengan a mí con amor. No temáis, porque vuestro Salvador siempre está esperando".