Nuestro Señor dice, "Mi querida hija, tú no conoces las muchas maneras en que te estoy protegiendo de tantos peligros. Porque el enemigo desea destruirte. No desea que cumplas esta misión, que te estoy protegiendo a cada paso, que me confíes tu corazón."
Señor, que no sólo te entregue mi corazón, te entregue mi alma, todo mi ser, para que me alegre de todo lo que has hecho por mí, para que sólo busque ser agradecido por la alegría y la paz que me concedes'.
Jesús continúa, "Sí, hija mía, alégrate y no permitas que la contienda entre en tu corazón, la contienda del enemigo. Camina como un maestro de paz, protegiendo tu corazón, tu mente y tus pensamientos en paz a través del poder de mi Palabra, la luz de la Escritura y de cada mensaje que recibas. Quédate quieto ahora y alégrate.
Alégrate, sí, y recuerda la visión del limonero, la hermosa imagen que te di donde sus frutos se multiplican. Porque te he llamado a multiplicar los frutos de los mensajes para los demás y dentro de tu corazón, para que puedas ver con una visión mayor y para que puedas centrarte en esa visión cada día. Esto requerirá un mayor esfuerzo y disciplina que también te traerá gran alegría".
Sí, Señor mío, así lo deseo. Que los santos frutos de tu amor se realicen en mi corazón a partir de hoy, que nada pueda separarme de ti, que el centro de mi vida sea recibirte y amarte y compartir tus mensajes de amor con los demás. Señor mío, ayúdame a dominar los medios de comunicación para compartir estos mensajes, para llevar luz a los corazones de tus hijos'.
"Hijo mío, mi luz y mi vida está contigo, y es tuya para siempre".