Al consagrar la hostia en la Santa Misa de la vigilia del sábado, Nuestro Señor se apareció desde la Cruz sobre el altar. Su Cuerpo Precioso estaba magullado, inmolado y sangrante, y dijo, "Deseo misericordia para todos mis hijos en todo el mundo".
Aparecía entonces detrás del sacerdote mientras éste servía la Sagrada Comunión, con dulzura, con paciencia, esperando que sus hijos recibieran y se consumieran en el fuego de su amor divino en la Sagrada Eucaristía.
También apareció el Beato Carlo de pie detrás de él, ligeramente a su lado derecho. Los ojos cerrados y una suave sonrisa de alegría intercediendo desde el cielo, pero todavía presente en la tierra para que lo reciban los hijos de Dios, nuestro Señor Jesús.
Que se cumpla la gloria del amor de esta visión y gran amor por los hijos de Dios hasta el fin de los tiempos.