Nuestro Salvador dice, "Mi querido hijo, uno puede preguntar, ¿soy verdaderamente tan misericordioso como leen en estos mensajes? Y yo digo "¡Sí!", comprometida con gran amor en el sacrificio eterno de mi pasión por mis hijos, a ofrecerles mi misericordia, a darles mi corazón y decirles simplemente que están perdonados y que no hay pecado más grande que mi misericordia que perdona.
No importa lo que hayáis hecho en el pasado, no importa el daño que sintáis que os habéis causado no sólo a vosotros mismos sino a los demás, yo estoy preparado con mi misericordia para recibiros y perdonaros. Os amo, mis queridos hijos, y siempre estoy esperando para perdonar con gran compasión y esperanza a través de mi perdón que sana el alma.
Muy a menudo Satanás desea poner un espíritu de auto-condena dentro del alma, para que no confíen en mi misericordia y permanezcan en la esclavitud del pecado y la falta de perdón. Pero yo os digo: dejad que vuestros corazones sean libres por el poder de mi muerte y resurrección. Dejad que vuestros corazones sean libres para venir a mí siempre, porque yo siempre estoy esperando y mi misericordia es como un bálsamo que cura el alma, que cura las heridas del pecado.
Y yo os digo: seguid el ejemplo de María Magdalena, que se arrodilló a mis pies, llevando su corazón en pecado con toda humildad y amor hacia mí. Porque cuando uno me ama, elige no pecar ni seguir viviendo en pecado. Porque mi amor siempre llama a todos con lágrimas de arrepentimiento a recibir mi misericordia. Porque mi misericordia no excluye, no discrimina, no construye muros de prejuicios sino sólo torres de esperanza que son como faros de luz que llaman a toda la humanidad a volver a mí."