Jesús: Mi querido hijo, confía en mí en todo lo que hagas y yo te sostendré en mi camino de cristiandad. Procura servirme en todo lo que hagas. Sírveme en el placer de tu trabajo y no me será desagradable.
Te he bendecido para que veas el valor de tu sufrimiento y, a cambio, me lo devuelvas con amor.
Cuando uno recibe un don, debe compartirlo con los demás. Si deseas quedarte con todas las bendiciones que te he dado, entonces no serías libre para compartir mi corazón con los demás. Tu corazón se volvería seco y poseído por la codicia mundana.
Todo lo bueno viene de Dios. Te he bendecido para que veas mi bondad y conozcas mi amor. Confía en mí. Confía en todo lo que te doy y no temas tus bendiciones. Avanza con valentía.
El dolor que sientes no es el dolor de tus bendiciones. Es el dolor de confiar en que yo te daré lo que necesitas para evangelizar mi palabra. Si no confías en mí en el mundo, ¿cómo podrás confiar verdaderamente en mí en el Espíritu? Primero debes confiar en mí en el Espíritu para que te mueva en el mundo y puedas conocer mis bendiciones y compartir mis dones de amor con los demás. Yo cubro todas tus necesidades. Confía en esto.
María: A cada hombre, mujer y niño se le debe enseñar el valor de la sangre viva que fluye por toda la humanidad dándoles vida eterna.
Mi hijo es la roca, la piedra angular y el lugar de descanso para todas las almas que buscan refugio para sus corazones cansados. Él extenderá su paz a todas las naciones. Aquellos que lo reciban como su Salvador serán salvados de los tormentos eternos del infierno. Su luz brillará por toda la eternidad liberando a todas las almas buenas en el éxtasis de la vida eterna.
Yo soy tu madre que te implora que busques el Sagrado Corazón de mi hijo. Él es el agua viva de la vida que os conducirá a la paz. Confiad en la misericordia y en el amor que Él tiene para vuestros tiernos corazones heridos por la soberbia del pecado. Sabed que Él, que es, está siempre con vosotros para daros vida nueva cada día.