"Hijo mío, he venido a darte mi amor, a renovar tu corazón por los demás, por mis hijos".
Ahora tengo una visión de Nuestra Señora. Está vestida de blanco. Se aparece ante mí y estoy agradecida porque he estado recibiendo por las almas y estoy muy necesitada de su presencia amorosa.
Puedo sentir su Corazón Inmaculado, que ahora está expuesto, latiendo dentro de mi corazón para fortalecerme y decir que está presente en su amor.
Ella sonríe y pone su mano sobre mi corazón y una luz dorada aparece de la herida de los estigmas dentro de su mano, porque ella lleva los dolores de la pasión de su hijo Jesús, siempre unida a él en el amor por la redención de sus hijos.
Puedo sentir el calor de la luz y sé que ella está conmigo para protegerme, para decir, no tengas miedo pero da amor y sólo amor a sus hijos.
Sí, su corazón llora de amor por las almas necesitadas de la misericordia de su hijo.
Y ella dice, "Ven a mí, hija mía, cada día, pues cuanto más des, más necesitada estarás y más recibirás de nosotros.
Alabado sea Dios, hijo mío. Alabado sea Dios, nuestro Padre, que te dio la vida y te llama a un propósito mayor en su amor para permanecer en la luz y la esperanza de su alegría para siempre.
Te quiero y siempre estoy contigo".