"Hijo mío, en todos tus deseos y dudas, deseo que vengas a mí para hablar con mi corazón, para que pueda colmar tu corazón así como consolarte, con mi sabiduría, en tus dudas.
No dudes del aliento y la esperanza de la fe que ofreciste a mis hijos en la reunión de ayer. Mientras te guiaba, hijo mío, ¿no te abriste en oración con las palabras del rey David, sus palabras que me dieron gloria? ¿Y no compartiste conmigo y con mi madre tus experiencias de amor?
Fueron ellos quienes desearon que lo hicieras. ¿No luchaste para llevarles la luz? ¿No te presentaste ante ellos con mi Santa Cruz?
Sí, porque eran hombres de gran importancia para el mundo y, sobre todo, de gran importancia para mí en mi amor por ellos. No permitas que el enemigo ponga dudas en las palabras que les dijiste.
Pues, como dijo tu hermana, ¿no los animaste en la fe? Y el resultado es mío, según mi voluntad. Debes dejar el resultado a mi voluntad, hijo mío. Hay momentos en que el enemigo intentará tentarte para que creas que no cumpliste mi voluntad porque no hiciste lo mejor que pudiste.
No, hijo mío, no ha de cumplirse tu voluntad, sino la mía. Y lo mejor que puedes dar a alguien es lo que yo te he dado. ¿Entiendes?"
Sí, mi Señor, no debo centrarme más en el trabajo que estoy realizando que, lo más importante, mantener mi atención en ti. Esto es lo más importante'.
"Sí, hijo mío. Sé que los amas, y en el momento con ellos, querías lo mejor para ellos. Pero lo más importante es que me los diste a mí. Deja que tu corazón se libere de esta tentación y manipulación de las tinieblas para traer confusión. Quédate quieto.
Puedes escribir a Antonia para coordinar la próxima reunión. Pero dile que se hará según mi voluntad".