"Mi querida niña," Jesús dice, "ven a mí y permite que el eterno perfume de mi amor, de las flores de mis gracias, llene tu alma y renueve tu corazón en paz y alegría este día, para ser un trozo de la santa luz de mi amor por los demás.
Sí, abre tu corazón a la gloria de mi amor y da gracias a Dios, nuestro Padre, por todo lo que ha hecho por ti".
Sí, Señor, te doy gracias, Padre nuestro, por el amor eterno de tus gracias que infundes en mi alma cada día y del que soy indigno. Pero Tú nos haces dignos por la ofrenda de tu Hijo como sacrificio eterno'.
Nuestro Padre dice, "Ven, hija mía, y deja que te abrace entre mis brazos de misericordia para sostenerte en mi amor, para que sigas levantándote y diciendo sí a donde yo te conduzca.
Comprendo que estés lejos de casa, pero cuando estés conmigo, tu hogar estará siempre dentro de mi corazón. Confía en mí, hija mía, confía en que cada palabra que pronunciamos es para la gloria de mi amor y para la salvación y redención de las almas.
Hablad de prepararos para mi venida en este día. Habla de mi amor por mis hijos y ofrece tu corazón eternamente como sacrificio al pie de la Cruz de mi hijo.
Te amo, hijo mío, te amo. Toma mi mano según mi voluntad y confía en mi corazón".