Nuestro Salvador dice, "Mi corazón llora de misericordia por mis hijos que están perdidos, porque no conocen el poder de mi sacrificio en la Cruz que redime y perdona, y que siempre estoy esperando para recibirlos con mis brazos abiertos, con mi corazón traspasado y mi Preciosa Sangre de misericordia derramándose de mi cuerpo para colmarlos con el cáliz eterno del amor de mi Preciosa Sangre.
Sí, hijo mío, ven a mí. Ven y deja que te acerque y alégrate. Alégrate de todo lo que hablarás y de que el mundo está necesitado de mi amor para vencer toda guerra.
Sí, hijo mío, que tu corazón cante en mi amor y esté en paz. Porque el poder de la redención de mi Cruz está contigo, y mi Espíritu Santo te consumirá.
Te quiero y nunca te abandonaré".