El Espíritu Santo dice, al seguir apareciendo ante mí en forma de hombre formado como una niebla, "Me alegro de que hayas venido a mí. A mi corazón le da gran alegría recibirte y que me recibas dentro de tu corazón para los corazones y las esperanzas de los demás.

El mundo, hijo mío, necesita nuestro amor, el amor de la Santísima Trinidad, para santificarlo y traerle la paz. Tantas almas se pierden en las tinieblas, porque no viven en la luz de mi presencia.

Derramo sobre este mundo cada día la misericordia de mi amor para que los corazones de los que creen y me reciben se renueven como las flores en primavera, elevando sus corazones a la luz del sol del amor de Dios, para renovar su fuerza y que tengan esperanza y, a través de la esperanza, paz. Y a través de la paz, una mayor misericordia de unos con otros, para perdonar como son perdonados y no juzgar para que no sean juzgados.

La humanidad debe aprender a vivir en un estado de perdón y amor para que donde haya división, haya unidad. La unidad que sólo Yo, vuestro Dios, puedo dar.

Te quiero, hijo mío, y siempre estoy contigo".