Nuestro Señor dice, "Mis queridos hijos, os doy gracias por haber venido a adorarme en el poder y la luz de mi presencia, en la gloria eterna de la Sagrada Eucaristía. Mi corazón llora por las almas que necesitan que la esperanza de mi misericordia las sostenga. Y es en estas horas de oración, de adoración, donde vuestros corazones se encienden con el fuego de mi amor divino que os consume en mi misericordia y os conduce cada día por el camino de la vida eterna.
Sí, estoy siempre presente y vivo en la Sagrada Eucaristía, donde mi Preciosa Sangre de misericordia mezclada con el sacrificio eterno de mi cuerpo santo y puro santifica a uno, sana a uno, libera y libera a uno en mi compasiva y amorosa misericordia por las almas.
Os quiero. Os amo, os amo a cada uno de vosotros y os doy las gracias por venir a mí, por adorarme, por acogerme en vuestros corazones.
Sí, mis queridos hijos, lo más importante es recibir el poder del sacramento eterno de mi Precioso Cuerpo y Sangre en vuestros corazones. Que la gloria de la luz llene vuestras almas porque yo soy el camino, la verdad y la vida para todos los que vienen a mí."