Mis queridos hermanos y hermanas, he venido a vosotros en el amor de Dios, no para buscar ser amado, sino para dar amor, no para buscar ser comprendido, sino para comprender vuestros corazones y daros una voz de esperanza a través del poder eterno de la misericordia de Dios que perdona, que sana y transforma vuestras vidas a través del poder de su pasión, y la alegría y la esperanza de su resurrección, que es vida para nuestras almas, para vuestras almas, para que su corazón, sagrado, puro y verdadero, purifique vuestros corazones en su amorosa misericordia.
Porque no hay pecado más grande que la misericordia de Dios para perdonar y decir, ven a la luz, sigue mis pasos y sé libre. Porque la libertad no es un lugar, viene del interior del corazón de Dios que late dentro de vuestros corazones en el amor.
Oh, mis queridos hermanos y hermanas, cómo os ama y os llama cada día entre sus brazos de misericordia para deciros: "No temáis, no tengáis miedo, porque yo, vuestro Dios, soy todo para vosotros y he venido a ofreceros mi corazón en paz. Porque yo soy el Príncipe de la Paz, el Príncipe del Amor Santo".
Jesús, que es amor y sólo amor, nunca te abandonará en tu desesperación, en tu desolación, en tu desesperanza para traerte esperanza, para renovar tu valor cuando te sientas solo y asustado, para renovar tus fuerzas, para seguir levantándote.
Sí, levántate cada día en la gloria del amor, para ser consumido y llevado por su misericordiosa compasión y redención a la luz.
Sí, hermanos míos, caminad hacia la luz cada día para ser nuevas creaciones, para ser sacrificios espirituales y vivos, mártires de la misericordia de Dios, santificados en su amor para llegar a ser santos para gloria de Dios y esperanza de vuestra salvación.
Sois hijos de Dios, hijos de la luz, hijos de la gracia, para permanecer con dignidad. Porque Jesús dijo desde su Santa Cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Padre, perdónanos, porque no sabemos lo que hacemos. Pero te tenemos a ti, y en ti y por ti tenemos todas las cosas para restaurarnos.
La Madre Teresa dijo una vez: no permitas que el dolor o la pena te invadan de tal manera que olvides la alegría y la esperanza de tu Cristo resucitado. Él vive en nosotros. Su Espíritu alienta la vida en nosotros y que su amor misericordioso te consuele siempre para traerte la paz.
Como él dice: "Os amo, os amo, os amo a cada uno de vosotros y nunca os abandonaré. Permaneced en mí y yo en vosotros, porque para el hombre no es posible, pero para Dios todo es posible. Nada es imposible para mí, mis pequeños amores, y yo seré vuestra fuerza y vuestra luz. Esperad todo en mí y por mí para mi gloria".