"Mi querida hija, es bueno que hayas venido a mí para que pueda dar descanso a tu corazón. Sabiendo y confiando en mi amor, no en el amor de los demás, ya que estás destinado a confiar plenamente en mí y servirles como mi instrumento de amor, incondicionalmente.
No temas, hijo mío, que te llevaré mi merced a las gradas de San Pedro en las que te pediré que reces por la unidad y la paz de la Iglesia, así como lo que deseo cumplir por la canonización de mi hijo Carlos.
Sí, descansa ahora y ofréceme tu corazón con alegría, paz y esperanza; una oración unida a mi corazón y a mi pasión por mis hijos en la que les pido que busquen mi perdón y se arrepientan.
Es bueno que te arrepientas cada día para ofrecerme tu corazón, purificado en mi misericordia de todo lo que no es de mí y de las tentaciones y distracciones del mundo al que llamo a vivir en paz. Gracias, hijo mío".
Señor mío, te amo. Tómame como quieras, tómame en tu amor'.