"Mi querido hijo, es bueno que hayas venido a mí en la belleza de la luz del sol de este día para dar testimonio a mi corazón de la alegría de toda la creación".
'Sí, mi Señor. La luna, presente, aunque invisible, y el negro del agua de la noche es ahora azul y turquesa. Y puedo sentir tu corazón eterno enamorado en la lejanía del horizonte y tu luz llena mi alma'.
"Hijo mío, ven y deja que te abrace".
Ahora tengo la visión de Jesús que se me aparece y me abre los brazos y me sonríe para que entre en el abrazo del santuario de su Sagrado Corazón. Y así lo hago. Él es mi amigo y mi amor eterno.
'Señor mío, tómame como quieras y guíame, que donde quiera que vaya, lo haré dentro de tu corazón'.
"Hijo mío, alégrate, regocíjate y da gracias a nuestro Padre por todo lo que ha hecho por ti. Alégrate en la belleza de este día y en su amor por ti, así como por todos tus hermanos y hermanas de todo el mundo necesitados de esperanza, necesitados de paz."
Señor, dice Lamentaciones 3: "El Señor es bueno con los que esperan en él, con el que lo busca". Y yo te busco hoy. Que tu voluntad se cumpla en mi corazón por el poder y la gloria de tu amor. Ayúdame en todo, mi querido Señor, porque te necesito. Te amo. Sé mi fuerza".
"Hijo mío, canta a mi corazón y todo lo que hagas, todo lo que hagas hoy. Hazlo con bondad y amor para los que amas, y para tus hermanos y hermanas, pues lo menos que haces por ellos, hijo mío, lo haces por mí, lo haces por mi corazón. Y yo deseo amor".