Señor mío, tú eres mi luz y mi salvación, mi esperanza y mi perseverancia, mi fuerza en mi debilidad, y en las batallas te pones de pie y vas delante de mí. Siempre me has protegido en la luz de tu fuerza y tienes la victoria de tu Cruz y muerte y resurrección.
Ve delante de mí ahora, en este día, e ilumina mi mente con el poder de tu Espíritu para sanarme y guiarme en tu amor para decir que todo lo puedo en Cristo que me fortalece'.
"Hijo mío, ven a mí y continúa perseverando, buscándome en el presente y para seguirme, para seguir en la alegría de la luz de cada uno de mis pasos hacia el futuro, donde deseo elevar tu alma a nuevas alturas de amor cada día.
Hijo mío, ven a mí en mi misericordia, donde te abrazaré y te protegeré y busca tu esperanza en mí. No en el mundo ni en lo que ves, sino como prescribe la fe en lo que sabes que es verdad. Viviendo en el poder y el fundamento de la verdad de mi corazón y de mi voluntad para guiarte.
Sí, te quiero, hijo mío".
Te amo, Señor mío. Tómame como quieras y que yo reciba con gran alegría y te dé siempre gracias, Señor mío, Dios mío, y que en esas gracias seas bendito'.
"Sí, hijo mío, alégrate; mira por mis ojos y oye por mi alma todo lo que es bueno.
Gracias por volver a Roma y cumplir lo que deseaba. Ahora es el momento de alegrarse de los nuevos pasos al caminar hacia adelante".
Estoy muy agradecido, Señor; no soy nada. Pero en ti lo tengo todo y te pido humildad y no pensar menos en mí, sino pensar menos en mí, para poder centrarme y seguirte.
Que la luz de tu Espíritu me tome ahora, me perfeccione y me guíe por tu gracia y en la santidad de tu amor'.