Madre, acógeme entre tus brazos. Entrando en este cuarto domingo de Cuaresma, pido perdón por mis pecados y los del mundo entero a través de la redención de la misericordia de tu Hijo y espero que sane y transforme a toda la humanidad, a todos los hijos de Dios que desean buscar y crecer en la victoria de una relación con Él'.
Ahora tengo la visión de Nuestra Señora. Ella está vestida de blanco como la Inmaculada Concepción con las manos levantadas al cielo, ascendiendo en el cielo hasta el trono del mismo cielo, con la gloria de la luz del sol sobre ella y la luna creciente apareciendo detrás de ella.
Tiene los ojos cerrados y se encuentra en un estado místico de amor, intercediendo por la gloria de toda la humanidad, por la gloria de toda la creación.
Que crezcamos en la gracia natural del amor de nuestro Señor y en la esperanza de vivir siempre en su abrazo de misericordia.