La Virgen aparece ante mí y me tiende suavemente la mano derecha para que la coja. Su piel es suave y hermosa, como la de un niño. Me ofrece un ramo de rosas.
Ahora dice, "Ven a mí, hijo mío, y permíteme guiarte cada día a la misericordia de mi hijo. Para que su santo amor colme tu corazón y te guíe a la alegría de la luz para que recibas las bendiciones del don de su esperanza y sepas que siempre estamos contigo.
Deja que estas rosas florezcan con amor dentro de tu corazón y permíteme llevarte al pie de la Cruz este día para ofrecerte como sacrificio de amor a mi hijo, Jesús.
Sí, hijo mío, el amor todo lo cumple y mi esperanza, la esperanza de mi hijo, está contigo. Que él te guíe en su misericordia y te unja en la alegría de su amor".