Jesús aparece ahora vestido de blanco con el Espíritu Santo, la paloma del Espíritu, a su derecha. Están unidos como uno solo en el amor para dar su amor, santo y divino, a los hijos de Dios.
"Hijo mío," dice, "Venid a mí, recibidme y alegraos. Alégrate de todo lo que es bueno. Ven, toma mi mano y déjame guiarte en la esperanza que es mi misericordia.
Estoy muy contento de que ayer vinieras a confesarte conmigo y ofrecieras todo tu corazón y toda tu alma a mi misericordia. Estoy muy contento de que me ames y de que desees estar conmigo con todo tu corazón".
Sí, Señor mío, lo deseo y me regocijo en tu misericordia. Que la luz eterna de tu Espíritu me consuma en tu amor y me lleve a nuevas alturas de todo lo bueno'.
"Ven, hija mía, y canta una nueva canción de amor, porque yo estoy contigo y no te abandonaré. Entrega tu corazón a la alegría de mi misericordia. Entrega tu corazón como la eterna luz del sol con sus rayos que brillan sobre la tierra. Entrega tu corazón a mis hijos".
Sí, Señor mío. Oh Espíritu Santo, guíame con alegría y esperanza. Déjame volar en el amor, abundando en tu misericordia'.
"Sí, ven ahora y canta la gloria de mi amor en este día".
Señor mío, te doy gracias por haberme acogido en el confesionario de tu misericordia. Y volveré hoy, para seguir ofreciéndome toda al corazón de tu misericordia y de tu amor. Porque hay gran consuelo y fuerza en hablar con los sacerdotes, que siempre buscan tener palabras de aliento y de guía.
Guíame, Señor, en tu misericordia y condúceme hoy en tu esperanza'.