"Mi hijo".

Sí, Madre, que tu Corazón Inmaculado resplandezca en mi corazón. Y te pido que me tomes de la mano y me guíes cada día a lo largo de estos últimos días de mi misión para que pueda cumplir las palabras de tu hijo Jesús de compartir su esperanza misericordiosa con los demás'.

"Hijo mío, alégrate, regocíjate en la bondad de su amor y deja que te tome de la mano y te guíe".

Sí, madre, lo necesito tanto. Me alegro en él, mi Salvador para todos, porque tú diste a luz a todos y para todos al darle a luz; diste a luz la resurrección y la vida.

Oh, madre.

"Hijo mío, deseo que hables a mi corazón, a nuestros corazones, siempre desde tu corazón".

Sí, madre, hoy necesito la fuerza, la esperanza, el apoyo y el aliento del amor de tu hijo y de tu amor.

Al hablar con el sacerdote anoche, que permanecerá sin nombre por la confianza y la seguridad del amor de tu Hijo, tenía tanta necesidad de escuchar las palabras de tu Hijo de que debemos perdonar y permanecer en paz para que pueda seguir pastoreando a tus hijos. Rezo por todos los sacerdotes del mundo, por el Papa Francisco, los cardenales y los obispos, para que nos guíen con la claridad de la verdad, porque tienen tanta necesidad, están en el mundo, pero no son del mundo, y necesitan que el Espíritu Santo los sostenga".

"Hijo mío, amo y adoro los corazones de mis sacerdotes, pues son mis hijos, santificados por el amor de mi hijo cada día en la Sagrada Eucaristía. Continúa rezando por ellos, ya que muchos se han debilitado y el enemigo desea destruir la sagrada promesa del sacramento que recibieron."

'Sí, madre, con amor los trataré y con esperanza estarán siempre dentro de mi corazón'.