Ahora tengo una visión de Jesús. Me tiende la mano y dentro está la paloma eterna del Espíritu Santo, la paloma eterna del amor de Dios. Jesús, sonriendo, me ofrece la paloma para que deposite el Espíritu Santo en mi corazón.
Y ahora dice, "Invoca cada día al Espíritu Santo para que viva y habite en tu corazón, Hijo mío. Estos son los misterios de mi amor. A través de esta visión que deseo compartir contigo, estoy llamando a todos mis hijos a recibir la alegría del Espíritu dentro de ellos, para que el Espíritu pueda vivir y morar y colmar sus corazones de acuerdo con todo lo que es bueno en mi voluntad para sus vidas. Escuchad".
Se levanta un viento que agita el cabello y la túnica blanca de Nuestro Señor. Llega cuando estoy mirando a nuestro Señor desde el oeste.
Señor mío, que la luz eterna de tu Espíritu llene de paz, santidad y conversión las almas de toda la humanidad. Te amo".
"Yo también te amo, hijo mío. Ahora permíteme abrazarte en mi misericordia".