Nuestro Señor dice, "Mi querido hijo, ven, ven entre mis brazos, y yo te protegeré de los ataques del maligno que no conoce fronteras, para destruir la vida en el corazón y en el alma de mis hijos.
Sí, ven y alégrate y ten paz, porque ahora estoy contigo.
Cuando despiertes en la noche para recibirme, y cuando él venga a atacarte antes, para distraer tu
corazón y mente de mi corazón, clama mi nombre y vendré a guiarte dentro de la protección de mi corazón al permitirme renovar la esperanza y la fuerza que él deseaba quitarte.
Sí, mi querido hijo, cree en toda palabra de luz, en toda palabra buena de la Escritura".
Señor mío, si tú estás con nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros? Y somos más que vencedores en tu amor, mi Señor. Él intenta quitarme todo'.
Él responde, "Sí, hija mía. Este es su camino, pero no se lo permitiré y ahora te bendeciré más. Búscame, mantente firme en recibirme, y al recibirme, no te engañaré.
Sí, bendita sea tu alma, porque cada palabra que se pronuncia es una luz para toda la humanidad. Estad quietos y sabed que yo, vuestro Dios, estoy con vosotros, confiándolo todo a la gloria de mi corazón."
'Mi querido Señor, te ruego por aquellas almas que están perdidas en las tinieblas del pecado y de la tentación, y no te conocen, para que las salves, que cada palabra que pronunciemos, como tú dices, sea una luz para las almas que viven en las tinieblas y no te conocen'.
"Ven a ser mi hijo, y déjame renovar tu corazón que ahora descansa entre mis brazos de luz, para llenar tu corazón y tu alma de luz.
Alégrate, alégrate en este día porque donde estás, te he traído, y donde cantarás, habrá una nueva canción de amor para sus corazones".