"Hijo mío, es bueno que hayas venido a mí."
Señor mío, no puedo vivir sin ti ni sin la gran alegría de tu presencia, de tu amor, dentro de mi alma.
Sí, dentro de mi alma, pues en tu nombre, proclamo lo que el Padre Dan Doyle, mi director espiritual durante muchos años, me dijo una vez y me lo repitió repetidas veces, que la alegría del Señor será mi fuerza.
Oh santa y eterna alegría, tómame como desees'.
"Ven ahora, mi amor, ven a mí."
Ahora tengo una visión de Jesús de pie ante mí. A sus pies hay un cordero blanco y puro.
'Oh Cordero eterno de Dios y Buen Pastor del amor, te doy gracias por tu presencia. Te doy gracias por tu amor y por todo lo que has hecho por mí'.
"Hijo mío, he venido esta noche para llevarte en mi corazón. Sí, he venido a tomarte en mi amor, pues estoy presente ante ti para darte la paz. Medita sobre esta visión y que la gloriosa luz que brilla en ti renueve tu corazón este día en mí y en todo lo que deseo darte."
La visión termina ahora con Jesús sosteniendo en su mano derecha una Cruz hecha con su Preciosa Sangre, signo de su victoria y señal de su amor por los que le buscan.