"Hijo mío, la gloria de las llagas de mis estigmas que ahora aparecen espiritualmente entre tus manos, con las llamas de mi amor divino dentro, es decir, ama, ama a mis hijos con todo tu corazón y ofréceles las glorias eternas de mi misericordia. Deseo que unáis vuestro corazón al sufrimiento de mi corazón. Porque sufro en el amor por todos aquellos a quienes amo tanto. Y yo también deseo que los ames. Deseo llevarte a nuevas alturas".
Sí, mi Señor.
"Sí, hijo mío, a nuevas alturas en la gloria de mi amor. Déjame llevarte".
"Mi amor, tómame.
"Voy a hablaros, y lo haré siempre, de mi abundante amor, de mi abundante paz y de la esperanza de mi misericordia y de mi bondad".
Estoy muy contento de que hayas venido a mí. Señor, que las llagas de tu crucifixión que ahora llevo en mis manos se aprieten en los corazones de tus hijos'.
"Déjame llevarte, hijo, déjame llevarte en la gloria que es mi amor".
Señor mío, te pido la fuerza y la paz de tu misericordia amorosa para ofrecer cada día mi corazón a tus hijos.'