'Mi Señor, te amo. Te amo. Y si no soy nada para ti, entonces puedes hacerlo todo en mí. La humildad es la corona de oro que nos conduce por el camino eterno de la luz de la fe.
Sí, mi Señor, deseo no ser nada para ti y darte gracias y bendecirte por haberme librado. Porque sabías en tu corazón estos días pasados, como sabes todas las cosas, que volvería a casa, a mi isla. Al lugar donde el amor fue primogénito en mí a través de mis padres de la fe, a través de los años más maravillosos y alegres de estar con la familia y el gran regalo y bendiciones de las amistades.
Sí, todo aquello por lo que fui bendecido, formado por tu mano para traerme aquí ahora, después de haber estado fuera tanto tiempo, para volver a casa. Y aunque sólo por algunos días, me llenará de alegría eternamente. Porque la lucha ha terminado. Y ahora volveré a celebrar la vida hoy y a disfrutar del milagro de la vida en la belleza de los recuerdos de lo que fue un lugar llamado hogar, pero que siempre será hogar dentro de mi corazón eternamente.
Porque los días allí contigo fueron como el cielo en la tierra. Y continuarán en mi nada para buscarte sólo a ti por tu gloria y por la gloria del amor de tus hijos'.