"Sí, hijo mío, ven a mí cuando te sientas más agobiado y temeroso y yo te colmaré de la santa luz de mi Espíritu para consolarte y guiarte en mi misericordia.
Sí, hijo mío, vuelve tu corazón hacia mí y regocíjate en mi gloria. Alégrate en la gloria eterna de mi resurrección de vida sobre la muerte. Para renovar la vida, para renovar la esperanza y para dar fuerza y valor a los que me buscan. Porque la luz produce fuerza en el alma que me busca".
Señor mío, te amo y quiero ser sal y luz para los que necesitan tu amor. Que tu alegría sea mi fuerza'.
"Venid a mí. Venid y os daré descanso. Dad gracias a Dios, nuestro Padre, que os ha bendecido con su misericordia".
Gracias, Padre, por las bendiciones de tu misericordia y que seas bendecido por el amor que tienes a tus hijos.
Como dijo el rey David en el Salmo 34: "Busqué al Señor, que me respondió y me libró de todos mis temores". Tú eres mi luz y mi fuerza".