Habiendo aparecido en la última visión, en el mensaje de Nuestro Señor, Nuestra Señora dice ahora, "Hijo mío," ya que ahora está sonriendo, "Alégrate y entrega tu corazón a la gloria de Jesús. Entrégale tu corazón cada día, y no permanezcas ocioso, sino sigue adelante.
Recibirás la alegría desde dentro de su corazón que sólo desea ofrecerte su amor santo y puro al ser lo que ningún hombre fue ni será jamás, divino y puro. El Dios-Hombre del amor eterno, que se entregó por amor a tu corazón y al de tus hermanos y hermanas.
Sí, alégrate. Alégrate, porque mi corazón está siempre contigo, hijo mío. Permanece centrado en Jesús, el Verbo hecho carne y el Verbo hecho hombre, porque Dios, nuestro Padre, dio a su Hijo, nuestro Hijo, como sacrificio eterno. Y como Cordero del sacrificio, las almas que lo deseen y se arrepientan de recibirlo, recibirán la vida eterna. Y al vivir también el Verbo, vivís con él dentro de su corazón.
¿Entiendes, hijo mío?"
'Sí, Madre, la fuerza de la lectura de la Palabra, de la lectura de la Escritura, nos une al amor de Jesús en la verdad, en la pureza, que vivimos en él'.
"Ven ahora, hijo mío, y descansa tu corazón y regocíjate en la bondad y el amor de tu Salvador. Contempla su amor por ti y por tus hermanos en todo lo que ha hecho por ti."