"Hijo mío, desde el corazón del pie de la Cruz de mi hijo, lloré con Jesús lágrimas de sangre al dar testimonio de su dolor, pero también al someterme a la santa voluntad de Dios nuestro Padre, como lo hizo Jesús, para estar siempre presente como la madre que lo ama.

Estamos unidos como uno solo en su presencia y amor por todas las almas, especialmente por las que buscan su misericordia, para decir: 'Señor mío, perdóname, me arrepiento y pido ser curado y transformado por la pureza de recibir tu misericordia'.

Mi amor no tendrá fin y la sangre de mi hijo se mezcla con mi sangre al ser la esposa del Espíritu Santo y la Inmaculada Concepción del amor por toda la eternidad".