Durante la Santa Misa, el primer día del tiempo de Adviento de la venida de Nuestro Señor, tuve una visión de Nuestro Señor que apareció durante la consagración de la hostia. Apareció vestido de blanco ante el altar en la pureza de sus gracias como nuestro Buen Pastor en su gloria.
En ese momento, había llamas de fuego que salían de Nuestro Señor y lo consumían. La hostia en las manos del sacerdote, su Precioso Cuerpo y Sangre, se agrandó hasta alcanzar el tamaño de tres pies o un metro. Dentro de la hostia, pude ver el eterno Jardín del Edén y a Nuestra Señora apareciendo dentro del Santísimo Sacramento. Ella apareció como la nueva Eva en la unificación del cielo y la tierra, y la restauración de la gracia, donde el jardín será restaurado una vez más para todos aquellos que elijan seguir el camino de la vida y la luz, que elijan a Dios.
Luego se transformó en Nuestra Señora de Guadalupe en la hostia del Jardín del Edén.
La visión continuó con nuestro Señor de pie frente a la hueste en su gloria, transformado en un fuego en su ser divino, transformado en un fuego de su amor divino. Y el fuego entonces ascendió al cielo y a través de los corazones de todas las personas dentro de la iglesia.
Jesús abrió entonces sus manos, extendiéndolas hacia el trono del cielo como nuestro Cristo glorificado. El Santísimo Sacramento, la hostia con Nuestra Señora de Guadalupe apareciendo en su interior, se elevó sobre él. Y, la sangre de nuestro Señor comenzó a llover sobre la tierra, la sangre de su misericordia y esperanza para la paz y la transformación, la curación de sus hijos, para que puedan volver a Él.