GREGORY: Señor mío, fue tu amor el que me rescató cada día para vivir en la santidad de tu voluntad, de tu amor y de tu luz. Jamás habría podido atravesar el desierto de tanta adversidad sin ti. Ahora, sólo tengo mi vida para entregarme diariamente a los deseos de tu amor. Pero incluso con todas las gracias que me has dado, parece que siempre caigo.

Oh Señor mío, ¿cómo puedo herirte tanto con un simple pensamiento que no proclame mi amor por ti? No soy diferente de mi hermano Pedro en las tres veces que te negó, sólo que yo te he negado mucho más.

¿Cuándo cumpliré la divina voluntad de tu santo amor con tanta gracia como deseas? ¿Cuándo seré lo bastante fuerte, lo bastante humilde para recorrer ese camino de tu amor con la entrega de un ángel?

Oh santos ángeles de la luz divina, vigilad y proteged a este niño que desea amar, aunque es tan débil.

MARÍA: Ven ahora y toma mi mano. Te guiaré hacia la luz divina de mi hijo Jesús, que es tan bueno y puro en su amor, que nunca hará nada que te haga daño. Cuando le mires a los ojos, sólo verás amor. No tengas miedo de abrirle tu corazón, incluso cuando te sientas débil y temeroso. Él siempre te amará y te ayudará.

Sólo deseo que permanezcáis con él y en él, dentro de su corazón, unidos siempre a su gracia eterna. Las gracias que te ha dado por su santo amor para redimirte.

Proclama la buena palabra de mi hijo y en su corazón siempre serás libre.

Toca su corazón con besos de amor cada día a través de la oración y el deseo de estar con él en cada acto de cumplimiento de su voluntad. Canta una nueva canción de amor para los demás. Canta una gran esperanza para toda la humanidad. Que tu corazón no tenga miedo.

GREGORY: Querida madre, sólo te pido vivir mi vida en el amor de tu hijo. Un amor santo y puro siendo el amor del Espíritu Santo para llevarme dentro de su corazón cada día donde experimento la alegría de su divinidad en todas las cosas creadas.

Cuando estoy sentada junto al mar en la quietud del aire lleno de sol con la oración, las aguas esmaltadas con gemas de luz azul verdosa llevan mi alma en éxtasis a su corazón. Una quietud y un silencio donde estamos unidos como un solo hijo en la divinidad del amor.

Oh Salvador mío, no me dejes abandonado porque tú eres todo lo que deseo.

Ahora estoy teniendo una visión de Jesús colgado silenciosamente en la Cruz como si estuviera descansando durante su pasión, la pasión del amor para perdonarnos nuestros pecados con su propia sangre, su propia vida santa de la que somos indignos. Aunque parece que siempre lo olvidamos.

Está inmóvil y sin vida. Su Precioso Cuerpo marcado de amor por cada flagelación.

JESÚS: Hija mía, te amo y fue durante mi pasión que nunca te olvidé. Incluso antes de que nacieras, te veía entonces como te veo ahora, con ojos de amor. Con cada último latido de mi pasión, sufrí por el perdón de tus pecados para que puedas vivir libremente en la paz de mi voluntad, para que hagas la elección de amar sacrificadamente como yo amo.

Mi querida, querida niña, siempre estás en mi corazón y como tú deseas siempre permaneceré contigo. Nuestro amor brillará gloriosamente por todo el universo porque proclamará un nuevo y buen día del Señor a través de estas palabras de amor. La vida no está exenta de luchas y sacrificios. Mantente firme y fuerte para buscarme siempre con fe. Reza, reza, reza por una fe más profunda cada día para amarme y servirme. Sirve a tu rey y buen Salvador con ojos de esperanza y compasión por los demás.

El misterio de mi amor divino se alzará en la noche para proclamar por siempre un buen día del Señor. Por los siglos de los siglos brillará nuestro amor y en los momentos más grandes de tu pasión, siempre te amaré.