"Hijo mío, ¿no te hace feliz estar aquí conmigo?"

Sí, Señor mío. Renueva hoy la alegría de mi corazón y de mi alma al estar aquí contigo, para hablar a tu corazón y escuchar tu voz en mí y a mi alrededor. Cada vez que rezamos, las palabras de la oración resuenan en todo el mundo. Ninguna bondad, ninguna verdad se pierde en el poder de la oración que nos une. Y ahora rezo por la paz, la paz en todo el mundo y en los corazones de mis hermanos y hermanas. Deseo buscarte sólo a ti".

"Sí, hijo mío, me alegra que hayas venido a mí en la gloria de esta noche".

'Milord, el aire sigue fresco como si fuera enero'.

"Sí, hijo mío, cuando estabas en el Dominico, pensaste que te habías perdido los últimos días del invierno. Pero he puesto mis manos sobre el aire, que permanecerá fresco para dar alegría a tu corazón."

'No sólo mi corazón sino muchos mi Señor'.

"Sí, pero muy pocos reconocen. Ven, pero ¿me reconocen? No, hijo mío, por eso abro tu corazón para que me recibas".

Señor mío, como dijo David en el Salmo 34, "invoqué al Señor, y él me respondió y me libró de todos mis temores". Líbrame de esos temores que hay en mi corazón para que pueda volar cada día en la luz. Porque en el miedo, no podemos levantar nuestras alas hacia el cielo. No podemos llegar a ser lo que Tú deseas que seamos y cumplir lo que Tú deseas que cumplamos.

Nuestros ojos se cierran y quedan atrapados en nuestra carne para que el Espíritu no pueda movernos mientras caminamos, para crecer según tu voluntad.

Mis ojos han visto tu gloria. He sido testigo de tu amor y te agradezco que esta noche pueda experimentarte en todas las cosas.

Te amo, Señor mío. Tómame como deseas en tu amor y condúceme en el gozo de tu misericordia'.