GREGORY: ¿Madre?
MARÍA: Sí, hija mía, estoy presente. Me alegro de que hayas venido a mí. Ofréceme tu corazón cada día y yo lo ofreceré al corazón de mi hijo. Toma mi mano y permíteme llevarte a él. Permíteme llevarte diariamente al pie de la Cruz.
Sí, corre al pie de la Cruz y pide cada una de tus necesidades a su corazón. Él siempre está esperando y te ama. El amor de Jesús nunca terminará y es eterno para aquellos que desean servirle.
Sí, ven y toma mi mano. Ven y toma la mano de tu madre. No deseo que desesperes, sino que vuelvas tu corazón a la misericordia de mi hijo cada día. Toma mi mano y permíteme conducirte a él.
Jesús es tan amable y bueno. Es respetuoso con todas las almas. Deja que te llene de paz. Deja que te llene de la alegría de su amor. Has tenido que asumir muchas responsabilidades. Necesitas descansar. Necesitas descansar en el corazón de mi hijo cada día. Entrégale tu corazón y él te ayudará a llevar tu Cruz. Deseamos que permanezcas con nosotros por toda la eternidad.
Nadie puede comprender verdaderamente la Cruz que llevas por todas las almas que te ha dado el corazón de mi hijo, sólo él puede consolarte y elevarte. Sólo él puede sostenerte en su amor para ayudarte a llevar su Cruz.
Las responsabilidades de tu vida diaria sólo puede cumplirlas él.
GREGORY: Madre, siento ser tan débil.
MARÍA: No, hija mía, no eres débil. Si pudieras ver el bien que has hecho para ayudar a los hijos de Dios. Cada palabra, cada misión. Deseo que ahora vivas una vida más tranquila, sencilla en el nombre de mi hijo. No permitas que ningún alma desanime tus sueños de vivir esto según su voluntad.
Lo que parece aparente en la carne, al juicio de un alma, el Espíritu puede elevar y redimir haciendo que esa alma entre en nuevas alturas de amor santo. Un amor tan puro y esperanzador, blanco puro. Estás llamado a volar en la gloria del amor. Vivirás entre las estrellas en la noche, un lugar santo llamado por Dios por tan pocos, pero elevado por la gracia de la luz para sostenerte.
Gregorio, busca al Ángel en el nombre de Dios para que te lleve allí. Pon tu corazón en los brazos de Gabriel diariamente. Él te guiará como yo deseo en la voluntad de mi hijo Jesús. No tengas miedo.
GREGORY: Madre, ¿cómo no voy a serlo?
MARÍA: Porque el amor echa fuera todo temor. El amor es el ungüento de la redención. Es el lugar dentro del corazón de Dios que es una piscina interminable de vida para aquellas almas que buscan la redención.
JESÚS: Yo soy tu luz eterna. Déjame vivir en tu corazón para siempre. Déjame llevarte a casa. Yo soy el camino, la verdad y la vida. Déjame llevarte allí diariamente entre mis brazos de amor eterno, divino y humano, puro y pleno.
Ven y sígueme.