Nuestro Salvador dice, "Mi queridísima hija, es bueno que hayas venido a mí este día para permitirme abrazarte entre mis brazos de misericordia y liberarte en la alegría de mi esperanza.
Deseo que todos mis hijos vengan y me permitan compartir con ellos las verdades de mi amor eterno, las verdades de la Nueva Alianza entre el hombre y Dios, que es el cumplimiento del Verbo hecho carne, de mí, tu Jesús, entregado a todos como sacrificio, el sacrificio de mi cuerpo y de mi sangre que transforma y sana el alma cuando se busca mi misericordia para que los perdone."
'Oh Señor mío, tus apóstoles eran hombres sencillos, imperfectos, que a veces discutían entre sí, buscando ser los primeros en su orgullo, cuando tú les dijiste una vez que los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros. Digo esto con gran amor, Señor mío, que tu corazón es eternamente bueno y compasivo, paciente y amoroso. Pues aún a nosotros, que somos débiles y pobres pecadores, nos sigues llamando como llamaste a tus apóstoles hace tantos años.
Tu fidelidad a tu alianza y promesa que nos redime, que nos perdona, no ha cambiado.
Te amo, mi Señor. Te amo.