Tengo una visión de Nuestro Señor en la Santa Cruz. No está lacerado, no está herido. Y parece como si estuviera en estado de reposo con la cabeza inclinada hacia abajo, habiendo sufrido ya su pasión.

Sin embargo, siempre nuestro Salvador, sufriendo por nuestros pecados, llamándonos al pie de la Cruz para que podamos recibir su misericordia y perdón para arrepentirnos.

Y ahora me arrepiento, Señor, de todo lo que hay en mí que no sea tuyo, para que me acerques más a ti en tu misericordia, como te me apareces en tu amor. Tómame, Señor mío, tómame como quieras, porque te amo'.

Y ahora estoy teniendo una visión de rosas, rosas rojas de gracia floreciendo en un ramo formado y apretado en tal multitud que es hermoso y abundante. Porque sus gracias son eternamente abundantes.

"Sí, hijo mío," dice ahora nuestro Señor al despertar de su descanso, siendo nuestro eterno Salvador, "Ven a mí para que te llene de las gracias de mi amor. Y que sepas siempre que nunca te abandonaré. Levanta tu corazón y vuela, alza el vuelo en la gloria de mi amor cada día.

Y descansa ahora, descansa y regocíjate en mi amor. Alégrate en todo lo bueno, hijo mío, y actúa en todo lo bueno, buscando ser obediente y confiar en mí, tu Señor de misericordia y esperanza."

Te amo, Señor mío, y te doy gracias por haberte aparecido en la Santa Cruz como nuestro Dios y Salvador de misericordia. Y te pido misericordia para el mundo entero. Tómame como deseas mi amor y aumenta en mí tu Espíritu de Esperanza'.