Nuestro Señor dice, "Hijo mío," mientras aparece en la Cruz con llamas de fuego rodeándole. Su cuerpo está magullado y Jesús aparece tan delgado, como los huesos, "Hijo mío, camina hacia la luz del sol".

'Señor mío, estás sufriendo y me dices: "¿Caminar hacia la luz del sol?"'

"Hijo mío, para esto morí, para que tú y todos mis hijos podáis caminar en la belleza de la luz cada día".

'Mi Señor, fue por estas palabras que me levanté ahora porque me vinieron antes de la visión que me llamaba a levantarme'.

"Sí, levántate de las tinieblas de la noche, para levantarte como Lázaro de entre los muertos cada día para ver la luz, para que tu corazón se llene de la luz".

Mis queridos hermanos y hermanas, debemos ser conscientes de que todos estamos, en un momento u otro, viviendo en una tumba de la que debemos levantarnos, a través de la cual Dios desea perfeccionarnos en sus gracias y en su misericordia y tener una vida nueva cada día.

Que la luz eterna y la esperanza de tu amor, Señor mío, consuman mi alma".

"Sí, hijo mío, que incluso durante el sufrimiento de mi pasión, incluso durante mi mayor dolor, pensaba en la alegría que daré a mis hijos.

Esto debe tomarse como el mayor ejemplo de que lo menos que hagas por tu hermano, lo haces por mí. Y que cuando uno da la vida por su hermano, el mayor don de amor es no pensar en uno mismo, ni siquiera en el sufrimiento, sino pensar en el amor a los demás y en amar a tu Dios.

Te amo, hijo mío. El enemigo no quiere que cumplas esta misión. Por eso, cada día levántate y camina hacia la luz y yo te guiaré".