Sí, acógeme, Señor mío, entre tus brazos misericordiosos de piedad. Dentro de la luz para ser tu luz en la gloria eterna de las rosas, de las gracias, de tu amor derramado sobre nosotros por tu ternura. En sus pétalos y en su perfume hay un aroma de esperanza para aquellos, para tus hijos, que creerán.
Sí, que el éxtasis de tu amor me consuma. En el que pueda decir el Señor es mi luz y mi salvación, ¿en quién temeré? Y bendeciré al Señor en todo momento porque santo es su nombre que me libró de todos mis temores y me condujo a la gloria eterna que es la esperanza. Luchar el buen combate, correr la buena carrera. Decir que resistiremos y que nunca nos rendiremos. Sobre todo para ayudar a nuestros hermanos y hermanas a levantarse, levantándolos por los codos para que puedan ponerse de pie. Plantados como nuevas semillas en la tierra de la fe".
"Hijo mío, que mi gloria brille siempre sobre ti. Porque te daré las rosas celestiales de mi amor. Y verás en mi misericordia todo lo que debe cumplirse para mi gloria. A través de bondadosos actos de amor, los actos más pequeños son las acciones más grandes.
Sí, que el amor te guíe a nuevas alturas. Que veas con cada hombre sus necesidades, sus sufrimientos y su esperanza de ser sonreído con alegría. Que sepan que estoy presente a través de ti. Y el amor, hijo mío, el amor. Lo conquista todo".