Aparece la Virgen vestida de blanco, mi alegría y mi madre, como la Inmaculada Concepción. Me tiende la mano y yo la cojo, como dice ahora, "Hijo mío, dame la mano cada día y yo te guiaré en la santa misericordia de mi hijo Jesús, para que tu corazón se consuma de paz y sepas que lo que cumples por los demás, lo haces por la misericordia de Dios.

Que mi amor dé a tu corazón descanso y consuelo, como una buena madre".

'Sí, te agradezco madre por tu amor y la misericordia del corazón de tu hijo que ofreces'.

"Hijo mío, que tu corazón venga a mí cada día y rece. Reza para que Dios te ayude, para que te proteja, porque la oración vence el desaliento del enemigo."

Sí, madre, y en un momento me has devuelto el corazón y has comprendido, además de satisfacer, mis necesidades.

Alabado seas Dios. Te alabo Dios, Padre nuestro, por todo lo que me has dado, por enviar a nuestra buena madre.

Gracias, Padre, por amarme, por ocuparte de mis necesidades y por escuchar mi corazón. Ayúdame Padre, protégeme, guíame, renueva mi fuerza y mi valor y guíame en tu misericordia'.