Jesús dice, "Sí, mi querido hijo, entrega hoy tu corazón a la esperanza de mi amor y a la alegría de mi misericordia. Alégrate, regocíjate en todo lo que te he dado.
Hija mía, sí, ven y deja que te abrace para que tu corazón se una a mi Sagrado Corazón".
Ahora tengo una visión de Jesús. Está de pie ante mí, vestido de blanco como el Buen Pastor, con los brazos abiertos y el Sagrado Corazón expuesto. De su corazón salen rayos de luz dorada mientras espera para abrazarme.
Señor, soy indigno. Soy indigno'.
"Hijo mío, ven a mí, pues quien es digno, une tu corazón a mí".
Y al hacerlo, entrando en sus brazos, los rayos de su amor dorado penetran en mí: corazón, mente, cuerpo y alma, para permanecer en amor por él, para permanecer en esperanza por él y en el gozo de su misericordia.
"Hijo mío, hijo mío, te amo y siempre te he amado. Eres mi hijo elegido para realizar esta obra de amor por los corazones de los demás. Cree y regocíjate en mí en este día y levántate, levántate en mi misericordia y levántate en la esperanza de mi amor."