Mi Señor.
"Estoy contigo, hijo mío, y nunca te abandonaré. Te sostendré en mis brazos esta noche, porque has soportado muchas batallas entre la oscuridad y la luz. Y seré tus brazos misericordiosos de consuelo por haber venido a mí y confiarme tu corazón y tu alma."
"Mi Señor, te amo.
"Mi hijo".
Ahora tengo una visión de Jesús. Aparece ante mí, con un manto blanco y el corazón expuesto con una pequeña llama en su interior que arde fuerte y brillante. Puedo sentir la presencia de su alma dentro de mí, su ser divino brillando como una luz que penetra e ilumina todo lo más profundo de mi ser. Me lleva a descansar la cabeza sobre su corazón y, aunque estoy agotada, renueva mis fuerzas.
Te amo, mi Señor, y rezo por mis hermanos y hermanas de todo el mundo por su conversión y su paz'.
"Hijo mío, es bueno que hayas venido a mí. Ahora descansa entre mis brazos esta noche y te conduciré al paraíso de mi corazón. Alégrate, hijo mío, alégrate en la luz".