Mi Señor.
Nuestro Señor dice, "Hija mía, estate quieta y déjame entrar en tu corazón".
Ahora tengo una visión de un niño a mi derecha y una niña a mi izquierda. Parecen niños indígenas de América Latina, de América del Sur. Me miran como si estuvieran esperando.
Señor, te ruego por sus almas y por las almas de todos tus hijos de Sudamérica. Señor, ¿por qué se me han aparecido?
Jesús responde, "Hija mía, porque te estoy enviando a tu misión, no sólo para uno sino para muchos. Abre tu corazón para recibir a la gente que debes ver con ojos más grandes de amor, el cumplimiento de tu misión, a donde te estoy enviando en Ecuador. Tú deseas quedarte, volver atrás, pero Yo deseo que vayas a arrodillarte y a orar por los corazones de mi pueblo".
'Sí, mi Señor, comprendo que no voy por uno sino por todos en tu amor, pues tanto amas a tus hijos'.
"Sí, hijo mío, abre tu corazón y no te distraigas de tu camino. Pero continúa en el amor, ofreciendo a todas las almas mi misericordia.
Te quiero y siempre estoy contigo".