Jesús: Paz a ti y a todos los hombres que consagran su corazón a mí y a mi santa madre. Me he levantado para anunciar la buena nueva a los pobres y a los cansados de corazón. Abre tu corazón para recibirme con alegría, para que mi gozo sea dado a todas las almas que desean recibir mi palabra.
Soy el don de la palabra hecha carne para que toda la humanidad se dé un festín. Rezo para que todas las almas lleguen a conocerme antes de mi regreso. Pido por la conversión de todos los pecadores para que se arrepientan cada día al pie de mi Cruz, donde nació la misericordia eterna.
María: Mi querido hijo, no temas la llamada de mi hijo, Jesús, porque él te ama y desea concederte el don de su palabra para otros que están necesitados de su amor compasivo. Confía en la misericordia de su Cruz para liberarte a ti y a otros necesitados. Sabed que Él camina con vosotros en todo lo que hacéis para glorificar el cuerpo de su Reino.
La humanidad ha olvidado cómo amar a mi hijo, Jesús. Sus corazones se han llenado de actos impíos de la voluntad humana, que profanan el corazón y niegan el amor que él desea ofrecerles.
Mi querido hijo, me alegro de que desees mi ayuda y mi amor. Soy tu madre espiritual y haré cuanto esté en mi mano para consagrarte cada día al pie de la Cruz de mi hijo, para que su voluntad te sea conocida por el santo poder de su misericordia. Confía en el amor de mi hijo Jesús y conocerás la gloria de tu camino.
Gracias por recibir a mi hijo y gracias por abrir tu corazón más allá de la tentación del miedo, por tener el valor de mantenerte firme sobre las semillas de la fe.