Señor mío, te amo y nada en este mundo, mi amor, se comparará jamás al amor que me has dado. Puedo sentirte en mí y a mi alrededor, tu corazón latiendo con mi corazón, tu alegría, mi esperanza de continuar. Que descanse entre tus brazos y tu corazón esta noche, en las noches eternas donde te encuentro en el amor y soy consumido por tu amor para decir que somos más que vencedores en Cristo en ti. Pero, ¿qué conquistamos en este mundo, en nuestra vida, si no conquistamos todo con el amor? Un amor que nos da esperanza en nuestra humanidad, para caminar con humildad, porque la humildad es la clave.

Sí, he vivido mi vida y, sin embargo, continúas en tu misericordia perdonándome, renovándome, llevándome a nuevas alturas en lugares inesperados de tu corazón. Pero sin amor, todo es vanidad. Y esto es lo que más me impresiona ahora que camino hacia la vana gloria e ilusión del poder humano para encontrarme con aquellos que están cegados por tal. Y te ruego que abras mis ojos para que no me cieguen y pueda entrar en sus corazones, en su habitación, para ser sólo una luz, sabiendo que si me concentro en la humildad y les sirvo humildemente, se cumplirá tu voluntad.

Sé mi alegría, mi amor, para que yo pueda ser una alegría para ellos. Tú me lo has dado todo. Que yo les dé todo lo que tú me has dado en todo lo que tú eres en la gloria de tu santo amor.

Sí, en Cristo somos más que vencedores. Pero es por el amor que debemos vencer. Te amo, te quiero y te doy gracias, pidiéndote sólo que me devuelvas a tus brazos de amor y me cubras con la Sangre Preciosa del poder de tu sacrificio y del poder de tu Cruz'.