"Hijo mío, ven a mí".
Ahora tengo una visión de Jesús en la Cruz. La sangre brota de su cuerpo mientras expone su vientre y la Sagrada Eucaristía aparece en forma de una luz blanca resplandeciente presente poderosamente en su ser, divina y verdadera. La sangre comienza a manar de la Eucaristía en forma de dos chorros. Jesús, cuya cabeza yace, con la barbilla sobre el pecho, sin vida, apenas levanta la vista para decir,
"Hijo mío, mis hijos me han agotado. Han agotado mi misericordia. Y yo, tu Señor y Salvador de la Cruz, llamo a todas las almas a recibirme en el amor apasionado de pedir perdón por sus pecados.
Sí, hijo mío, siempre estoy esperando, presente en la belleza de la Sagrada Eucaristía en presencia de mi amor, para consumir a las almas con mi misericordia y curarlas, para que sus corazones se transformen y todos los hombres busquen el amor y la vida eterna de Yo, tu Salvador.
Quédate quieto y mira dentro de mi corazón para que seas consumido y santificado por mi amor.
Gracias por recibirme este día en el poder de la Sagrada Eucaristía donde mi corazón habla y clama misericordia para que mis hijos vuelvan su corazón a mí, su Dios."