Madre.
"Hijo mío, estoy contigo y la luz gloriosa que es el amor de mi hijo nunca será olvidada.
Déjanos conducirte en la paz y en la esperanza de los demás. Recíbeme cada día, hijo mío, que siempre te estoy esperando.
Sí, recíbeme en el nombre misericordioso de Jesús, que es amor y esperanza para los demás. Entrega tu corazón.
Sí, alégrate, hijo mío, entrega tu corazón a Jesús y cada día él será tu fuerza".
Sí, madre.
"Hijo mío, ve ahora como te amamos y cada día te guiaremos. No temas, pero déjanos hablar a tu corazón. Y no te preocupes por los que lean estas palabras, pues tu corazón es nuestro".
Sí, madre. Que la alegría de la luz de tu amor, el amor de tu hijo Jesús, me consuma y me acoja en su misericordia entre sus brazos'.