Domingo de la Divina Misericordia

"Hijo mío, continúa recibiéndome como yo, tu Padre, te amo y estamos unidos en la gloria de esta noche que trae paz a tu alma, la paz de mi misericordia, por la que deseo redimir a todos mis hijos llamándolos de nuevo a mí.

Sí, hijo mío, la paz de mi misericordia está contigo. Descansa ahora y no vuelvas al lugar de donde saliste ayer porque ahora estoy aquí contigo, hoy, que es nuevo y deseo que lo cumplas con esperanza.

Es bueno que vuelvas a Santiago para estar allí con mis hijos. Y desde allí, comenzaré a guiarte a casa. Alégrate en buscar todo lo que es bueno por amor a tu Salvador, mi hijo unigénito, Jesús. Que la gloria de la luz que apareció ante ti te conduzca cada día entre la gloria de mis brazos.

Canta, hijo mío, canta ahora una nueva canción de amor y descanso. Porque también te he enviado aquí para que descanses en preparación para cosas mayores que vendrán. El tiempo de descanso no ha sido tiempo perdido, sino para que lo recibas como gozo en la restauración de tu alma al acercarte más a mí.

No te sientas conflictuado si hoy no vas donde crees que se espera de ti. Y no pongas esas expectativas en ti mismo. Permíteme guiarte.

Sí, descansa ahora y yo te guiaré con mi sabiduría. Y te regocijarás en la paz que experimentes".

"Te quiero, padre.

"Lo más importante, hijo mío, es que estás conmigo y yo estoy para ti. He estado para ti en todo, nunca te he abandonado. Y por tu fidelidad en perseverar, te regalaré los deseos de tu corazón".

Padre, mi primer y único deseo es amarte y eso colmará todo lo demás'.

"Entonces ve y ama a tu hermano. Alégrate, te digo, alégrate porque el tiempo de la venida de mi hijo está cerca".