Ahora tengo la visión de Nuestra Señora vestida de blanco. Es bellísima, lleva al cuello un collar de perlas brillantes, opalescentes, del cielo. Ella desea mostrarme el mundo.

"Madre, ¿qué deseas?

"Hijo mío, yo estoy contigo en mi amor. Y yo, tu madre, deseo guiarte, que seas fructífero y te regocijes en todo lo que es bueno. Que sepas que mi corazón está contigo y te amo. Te tomo entre mis brazos y te sostengo, para guiarte en tu vida y para que cumplas todo lo que Dios desea para ti en la esperanza.

No dejes que tu corazón tenga miedo. No dejes que tu corazón tema o se preocupe. Porque nuestro amor está contigo. Confíame tu corazón".

Sí, madre. Te doy las gracias. Rezo para ser santificado en el amor de tu hijo. Cada día, rezo para ser purificado. Rezo para amarlo y glorificarlo.

Llévame como quieres, Señor mío, en la libertad de tu amor, para moverme con el viento de tu Espíritu. Cumple las promesas que me hiciste, preparándome y dándome fuerzas para verte, para verte cada día con amor. Y llenarme de tu amor, para que pueda darme a los demás para tu gloria".